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Perspectivas para Colombia en 2020

  • Foto del escritor: Ricardo Duran
    Ricardo Duran
  • 31 oct 2019
  • 3 Min. de lectura

Colombia, como ningún país del orbe estará exenta el próximo año de los riesgos que emanan de la economía internacional. El menor crecimiento proyectado en 2020 por el FMI para Estados Unidos y China implica para el comercio exterior local una desaceleración de los volúmenes exportados y una reducción simultánea en los precios de materias primas tan importantes para el país como el petróleo y el carbón.



En el ámbito financiero el eventual escalamiento de la guerra comercial provocaría episodios adicionales de aversión al riesgo con salidas de recursos y fugas de capital golondrina que aumentaría la ya de por sí elevada vulnerabilidad externa de la economía colombiana.


Respecto al comercio exterior, los crecientes saldos en rojo de la balanza comercial podrían redundar en un déficit de la cuenta corriente superior al 4.4% del PIB que se registró en el primer semestre de 2019. Respecto a los flujos de capital, la coyuntura externa podría desalentar los influjos de inversión de portafolio, los cuales ya están afectados, pues el saldo pasó de US$7.817 millones en 2017 a escasos US$349 millones al cierre de 2018, con un pobre comportamiento en lo corrido de 2019.


Ambas circunstancias se unirían para producir una mayor devaluación del peso frente al dólar sin que la creciente debilidad de la moneda pueda generar estímulos para el crecimiento de las exportaciones y con los conocidos efectos negativos de la devaluación sobre la inflación y sobre todos los indicadores de PIB per cápita y pobreza.


En el ámbito interno y con el beneficio de la duda derivada de la compleja situación internacional, las proyecciones del 2020 no deparan mayores sorpresas. Existe un elevado consenso alrededor de un crecimiento de la economía colombiana del 3.4% o 3.5% que no va a diferir significativamente del crecimiento que se proyecta para 2019, en el que de nuevo la tabla de salvación va a ser el consumo de los hogares con un crecimiento proyectado de 4.3% según Fedesarrollo.


Sin embargo, este escenario relativamente plano no está exento de riesgos. La gran duda que existe respecto al devenir de la economía colombiana en 2020 tiene que ver con la resistencia del consumo de los hogares (68% del PIB) al embate de los factores externos y si finalmente las variables económicas como el desempleo, la tasa de cambio, la confianza del consumidor y la migración venezolana van a dar al traste con una recuperación basada en el consumo de las familias.


Para el sector cooperativo tendrá particular importancia una eventual profundización de la tendencia decreciente que viene presentando la tasa de interés de la cartera de consumo en un contexto de estabilidad de la tasa de interés del Banco de la República. Dicha reducción - que fue superior a los 200 puntos básicos en los primeros 7 meses de 2019 - es sintomática de una intensa competencia y de una política agresiva de compra de cartera entre los participantes del mercado.

De ser este el caso, las cooperativas y los fondos de empleados deberían estructurar políticas de reducción de gastos administrativos y de costos de fondeo con miras a compensar la menor causación de intereses de cartera. No hacerlo expondría a las cooperativas a una reducción del excedente operacional y al consecuente debilitamiento de la transferencia solidaria y de la formación de capital institucional.


Identificado el riesgo de tener un crecimiento menos veloz del saldo de cartera con una reducción simultánea en la tasa de causación, creemos que la batería de indicadores financieros de las cooperativas debe focalizarse en tres mediciones:

- Los excesos de liquidez medidos como el cociente entre las inversiones y la cartera puesto que un incremento del indicador desnudaría una menor competitividad vía tasa y una afectación de la cooperativa a las compras de cartera de los asociados por parte de la banca tradicional.

- El crecimiento del margen de intermediación y del excedente operacional ya que una menor velocidad sería indicativa de un esfuerzo insuficiente de la entidad en el control del costo del fondeo y en la racionalización del gasto administrativo.

- El costo ponderado del capital, puesto que su aumento minaría la rentabilidad y la capacidad competitiva de las entidades. La ventaja de extremar el control de estos indicadores, aún si no se materializan los riesgos anteriormente descritos, es que el modelo cooperativo se fortalece. Así es como creemos que se debe pilotear con la incertidumbre de 2020.



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